Los lapachos han vuelto a
florecer en este mes de agosto
como si
fueran el eje de la historia, y la explosión de
sus
flores rosadas un movimiento circular
de
suaves rotaciones
¿qué
piensan dentro de sus ramas
(aparentemente imperturbables)
sobre lo
que pasó este otoño en los mares del sur
bajo un manto de neblinas?
Pero de
pronto los lapachos florecieron y luego dejaron
caer sus
flores en el sueño de esa llovizna sin noticias,
y los
albatros quedaron sepultados en las Islas.
Y los
padres nos quedamos mirando en el aeropuerto
cómo
nuestros hijos subían a los aviones de transporte
con
armas y cascos y mochilas y fuertes
borceguíes
para el frío del sur abajo del planeta que se
iba
cantando la marcha de San Lorenzo pero a él no lo
podíamos
distinguir
cuál era
desde la terraza porque
ya no
era nuestro hijo sino un soldado que iba hacia la guerra
y a mí
se me cruzaron todas las palabras
rotas
tartamudas
y
todavía siento que en aquella madrugada
cuando
los aviones se perdieron en el cielo a las seis de la mañana
supe que
ya podía escribir rabiosamente
la
palabra cibilización con be larga, por lo menos.
Y como
si nada hubiera ocurrido, en agosto los lapachos
han
vuelto a florecer
sobre
nuestros corazones con armas de papel
“igual
que sobrevivientes que vuelven de la guerra”.
Los
lapachos han vuelto a florecer
Alfedo
Veiravé
Radar
en la tormenta (1985)
“[…] Alfredo Veiravé. Nació en
1928, como se ha dicho, en la ciudad de Gualeguay, cercana a la costa argentina
del río Uruguay. Vive en Resistencia, Chaco, desde 1957, donde es profesor de
Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional del Nordeste. Tiene dos
hijos, una vasta erudición (por momentos excesiva, pero que no es sino un guiño
cómplice para el lector agudo), y yo diría que tiene parentescos evidentes,
acaso involuntarios, casuales (que son los mejores) con Octavio Paz y con Jorge
Luis Borges, y también ese aire juguetón, cortazariano y espontáneo de las
mejores páginas de un José Emilio Pacheco, de un Juan Gelman. Y tiene, también,
un hermoso jardín, el mate siempre a punto para convidar a los amigos y una
rara perfección en sus poemas, una poeticidad ejemplar como sólo tienen los
enamorados de las palabras.”
UNAM. Dirección de Literatura. Alfredo
Veiravé. Selección y nota de Mempo Giardinelli (2012)
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