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Iluminados por el fuego

Iluminados por el fuego es una novela de Edgardo Esteban (1962), un escritor y periodista y también soldado conscripto durante la Guerra de Malvinas. Fue publicada por primera vez por la editorial Sudamericana, en 1993. Cuenta la historia de Esteban Leguizamon, un hombre ya adulto que recuerda su experiencia y la de sus amigos en el frente de batalla. La novela se convirtió en la película (2005) del mismo nombre, realizada por Tristán Bauer.
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Reina madre

Sonriendo despidió a su madre Iba al sur del Atlántico El reino lo ordenaba Es que unos salvajes Osaron molestar El orden imperial y pagarán Tanques, aviones, barcos y municiones Madre, estate tranquila El mundo así camina Son del sur de la tierra ¿Qué nos podrán hacer? Somos distintos, somos mejores Pero, madre, ¿qué está pasando acá? Son igual a mí Y aman este lugar tan lejos de casa Que ni el nombre me acuerdo ¿Por qué estoy luchando? ¿Por qué estoy matando? Hoy, la Reina, pasea en los jardines El sol besa sus rosas La vida le sonríe El Parlamento cuida Que todo siga igual Que nada perturbe su calma Luego tendrá una premier de cine De un director famoso Que cuenta los flagelos De la guerra y los hombres Y se emocionará Y aplaudirá su buen final Pero madre, ¿qué está pasando allá? Eran igual a mí Y aman ese lugar tan lejos de casa Que ni el nombre me acuerdo ¿Por qué estuve luchando? ¿Por qué estuve matando? Reina madre Raúl Porchetto La historia de la canción Raúl Porchetto es un mú

Tito nunca más

1/ El mundo se le vino abajo el día que le cortaron la pierna. Solo tenía dieciocho años y era un centrodelantero natural, uno de los mejores número nueve surgido jamás de las divisiones inferiores de Chaco For Ever. Acababa de ser vendido a Boca Juniors, donde iba a debutar semanas después, cuando recibió la citación para ir a la Guerra. Aquel verano del ‘82 el general Galtieri ordenó atacar las Islas Malvinas y Tito Di Tullio fue convocado al término de la primera semana. Ahí empezó su calvario. Le tocó estar en la batalla de Bahía de los Gansos, en la que los cañones ingleses convirtieron las praderas en infierno, los Harriers atacaban como palomas malignas y los gurkas se movían como alacranes. Un granadazo hizo volar por los aires la trinchera que habían cavado por la mañana y una esquirla en la pierna derecha le quebró el fémur y lo dejó tendido, boca arriba, mirando un punto fijo en el cielo como pidiéndole una explicación. Enseguida reaccionó y, en medio de la balacera, se hizo

Semejante a la noche

 El mar empezaba a verdecer entre los promontorios todavía en sombras, cuando la caracola del vigía anunció las cincuenta naves negras que nos enviaba el Rey Agamemnón. Al oír la señal, los que esperaban desde hacía tantos días sobre las boñigas de las eras, empezaron a bajar el trigo hacia la playa donde ya preparábamos los rodillos que servirían para subir las embarcaciones hasta las murallas de la fortaleza. Cuando las quillas tocaron la arena, hubo algunas riñas con los timoneles, pues tanto se había dicho a los micenianos que carecíamos de toda inteligencia para las faenas marítimas, que trataron de alejarnos con sus pértigas. Además, la playa se había llenado de niños que se metían entre las piernas de los soldados, entorpecían las maniobras, y se trepaban a las bordas para robar nueces de bajo los banquillos de los remeros. Las olas claras del alba se rompían entre gritos, insultos y agarradas a puñetazos, sin que los notables pudieran pronunciar sus palabras de bienvenida, en m

La hermanita perdida

De la mañana a la noche, de la noche a la mañana, en grandes olas azules y encajes de espumas blancas, te va llegando el saludo permanente de la Patria. Ay, hermanita perdida, hermanita: vuelve a casa.   Amarillentos papeles te pintan con otra laya, pero son veinte millones que te llamamos hermana. Sobre las aguas australes planean gaviotas blancas. Dura piedra enternecida por la sagrada esperanza. Ay, hermanita perdida, hermanita: vuelve a casa. Malvinas, tierra cautiva de un rubio tiempo pirata. Patagonia te suspira, toda la pampa te llama. Seguirán las mil banderas del mar, azules y blancas.   Pero queremos ver una sobre tus piedras clavada, para llenarte de criollos, para curtirte la cara hasta que logres el gesto tradicional de la Patria. Ay, hermanita perdida, hermanita: vuelve a casa. La hermanita perdida Atahualpa Yupanqui Este poema de Atahualpa Yupanqui fue musicalizado por Ariel Ramírez en 1980 (2 años antes d

Los chicos de la guerra

"De carácter urgente, la primera película que habló de la guerra se estrenó el 2 de agosto de 1984, a poco más de dos años de finalizado el conflicto. En una democracia en la que la cultura florecía, Malvinas no podía faltar en ese repaso de la historia reciente y oscura. Con dirección de Bebe Kamin, Gustavo Segade, Gabriel Rovito y Leandro Regúnaga son los chicos en cuestión, respaldados por un elenco de lujo, encabezado por Héctor Alterio, Ulises Dumont, Marta González y Carlos Carella, entre otros. En plan retrospectivo, la trama reconstruye la historia de tres soldados de diferentes clases sociales, cuyos destinos fueron unidos por la guerra, y sus consecuencias una vez finalizado el conflicto. Los chicos de la guerra es un relato crudo en la voz de sus propios protagonistas según los testimonios del libro homónimo escrito por Daniel Kon, que repasa desde sus infancias hasta el traumático regreso al continente y la reinserción en la vida cotidiana."  Los chicos de la

Los lapachos han vuelto a florecer

  Los lapachos han vuelto a florecer en este mes de agosto como si fueran el eje de la historia, y la explosión de sus flores rosadas un movimiento circular de suaves rotaciones ¿qué piensan dentro de sus ramas   (aparentemente imperturbables) sobre lo que pasó este otoño en los mares del sur   bajo un manto de neblinas? Pero de pronto los lapachos florecieron y luego dejaron caer sus flores en el sueño de esa llovizna sin noticias, y los albatros quedaron sepultados en las Islas. Y los padres nos quedamos mirando en el aeropuerto cómo nuestros hijos subían a los aviones de transporte con armas y cascos y mochilas y fuertes borceguíes para el frío del sur abajo del planeta que se iba cantando la marcha de San Lorenzo pero a él no lo podíamos distinguir cuál era desde la terraza porque ya no era nuestro hijo sino un soldado que iba hacia la guerra y a mí se me cruzaron todas las palabras rotas tartamudas y todavía siento que en aquella madrugada